Honduras: tierra de café, leyendas y niebla
En Honduras, el café no es sólo un cultivo: es una costumbre que respira desde las montañas. Los primeros cafetos llegaron alrededor de 1790, traídos desde El Salvador y Guatemala, y se adaptaron con naturalidad a las laderas fértiles del occidente y el centro del país. Con el paso del tiempo, el café se convirtió en lenguaje y herencia: cada región moldeó su propia manera de cultivarlo, secarlo y compartirlo.
A diferencia de sus vecinos, Honduras no desarrolló una caficultura de grandes haciendas, sino un sistema de microproductores familiares. La producción se extendió en torno a comunidades que vivían entre la neblina, el barro y la música campesina. El café aquí tiene alma doméstica, y su historia se cuenta entre manos curtidas, patios de secado y voces que ríen bajo la lluvia.
En las regiones altas de La Paz, Marcala y Opatoro, los relatos locales hablan de “la niebla que da dulzura”: se dice que el rocío matinal deposita en los cafetos una humedad ligera que retarda la maduración de las cerezas, concentrando su azúcar y aroma. Algunos ancianos aún cuentan que, al amanecer, se puede escuchar el crujido de los granos creciendo dentro de la fruta —una de esas leyendas que sólo nacen donde el café y el silencio se conocen desde hace siglos.
Honduras – Finca El Jardín, La Paz
Este lote proviene de la Finca El Jardín, en las montañas de Marcala, a 1.650 metros de altitud. La finca productora ha perfeccionado el manejo de la variedad Catuaí rojo en condiciones de sombra natural y suelo franco-arcilloso.
El café se procesa bajo el método natural, una técnica que consiste en secar las cerezas completas al sol, sin retirar la pulpa. Este proceso requiere precisión y constancia: la fermentación se desarrolla dentro del fruto, y cada giro, cada día de secado, define la intensidad y limpieza del perfil final. Aquí, el secado se realiza en camas africanas durante 24 días (varia según el resultado deseado), hasta alcanzar una humedad de 10–11 %, asegurando estabilidad y complejidad aromática.
El resultado es un café de expresión vinosa y dulce, con una acidez tartárica media, cuerpo sedoso y aromas naturales a frutos rojos, miel y cacao.
El tueste medio-claro (City+) conserva la jugosidad y el brillo sin perder estructura, resaltando notas de mora, frutilla madura, miel cruda y vino joven, con un fondo seco y elegante de cacao fino.
Perfil organoléptico
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Aroma: vino tinto, miel floral, leves notas a jazmín y melaza
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Sabor: Azucar morena, frutilla, mora, vino joven, cacao
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Cuerpo: medio, sedoso
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Acidez: media, tartárica
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Final: persistente, meloso, con retrogusto a miel y fruta deshidratada
Recetas y preparaciones recomendadas
Aeropress – perfil brillante y afrutado
Ideal para destacar el dulzor natural y la sensación de vino joven.
Parámetros:
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17 g de café (molido medio-fino)
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230 ml de agua a 88 °C
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Método inverso
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Preinfusión: 30 s, remover 5 veces
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Contacto total: 1 min 30 s
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Presionar lentamente en 25 s
Resultado:
Taza limpia y aromática, con entrada de frutilla madura, paso de miel y un final cacaoso. Servir tibio junto a kuchen de frutilla o tarta de mora con chocolate amargo: la fruta amplifica la acidez y el cacao resalta la dulzura natural del proceso.
Kalita Wave – perfil redondo y estructurado
Perfecto para quienes buscan equilibrio entre dulzura y cuerpo.
Parámetros:
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20 g de café
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300 ml de agua a 90 °C
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Ratio 1:15
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Vertidos en 3 etapas: 60 g (bloom 40 s) + 120 g + 120 g
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Total: 2 min 45 s – 3 min
Resultado:
Cuerpo medio sedoso, acidez integrada, con sensaciones a vino tinto joven, miel floral y chocolate negro. Ideal para acompañar postres de masa quebrada, frutos secos o quesos suaves.
Este café hondureño demuestra por qué La Paz y Marcala se han ganado su reputación entre los grandes orígenes de Centroamérica:
un equilibrio único entre fermentación natural controlada, dulzura limpia y textura vinosa.
Un café con identidad, historia y profundidad —de esos que se recuerdan incluso cuando la taza se enfría.






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